
Carlos Castellanos
El fútbol ha vuelto y Alemania, con su Bundesliga, ha liderado el movimiento hacia la ansiada reanudación de los campeonatos cuando lo peor del coronavirus parece haber pasado en algunos países, pero sin que el mundo haya superado aun la pandemia. Las autoridades del fútbol comenzaron a fijar fechas para el reinicio de las ligas en el mismo momento que se suspendieron los campeonatos, con argumentos diversos sobre la mejor forma de hacerlo sin riesgo para la salud. Esas fechas debieron revisarse y retrasarse varias veces cuando fue evidente que la crisis sanitaria sería más difícil de resolver de lo que se pensaba.
Las situaciones extremas tienden a mostrar a las personas como realmente son, y los últimos meses han retratado a algunos para bien y a otros para mal. En lo que refiere al fútbol, la pandemia ha puesto en evidencia la urgencia de las autoridades de este deporte por volver a recaudar, incluso durante los momentos más trágicos de las crisis. En Inglaterra se habló de la necesidad de reiniciar la Premier League con el propósito de “levantar la moral” en estos tiempos difíciles, pero la parte más descreída de mi me hace sospechar que la verdadera intención de poner a rodar el balón es económica y no anímica. Quiero pensar que las personas valoran más el trabajo de los sanitarios que la posibilidad de ver un partido de fútbol y que el esfuerzo de ese personal da más moral que un gol, por lo que las justificaciones de la Premier no me parecen legítimas.
Independientemente de que las federaciones consigan crear unas condiciones seguras para la reanudación de los campeonatos, tiene que haber consideraciones éticas por encima de todo. ¿Es moralmente correcto estar pensando en poner en marcha el futbol cuando está muriendo gente por una enfermedad para la que no hay tratamiento ni cura? En mi opinión, la Bundesliga nos ofreció un espectáculo grotesco con su tozudo reinicio de la liga. Debemos ser conscientes de que el fútbol no es importante y mucho menos en la coyuntura actual. Por respeto, a las víctimas y a los familiares y amigos, el fútbol tendría que haber esperado para volver. Lo peor es que ha vuelto sin minutos de silencio ni brazaletes negros.
Conozco perfectamente los argumentos económicos para acelerar la vuelta del fútbol y el riesgo de desaparición de algunos clubes, pero curiosamente el fútbol más modesto se ha dado por terminado en España y en Inglaterra y es precisamente el fútbol más rico y el más comercial el que hace piruetas para retomar la competición. Con el fin de hacerlo sin riesgo para la salud se realizan tests regularmente a los jugadores, cuerpos técnicos y otro personal involucrado. Tests que quizás estarían mejor empleados en otras áreas de la sociedad. El mismo argumento de necesidad económica que profesa el fútbol vale para todas aquellas industrias y sectores que continúan paralizados o limitados y que seguirán así durante un tiempo más. El fútbol, como en otras ocasiones, transita por caminos muy diferentes a otros negocios.
La Bundesliga nos ha dicho que las pruebas y los aislamientos confieren a los partidos la seguridad necesaria para su celebración, pero si sus protocolos garantizan que los protagonistas estén libres de covid19, por qué deben salir al campo con mascarillas y guardar el distanciamiento social en los banquillos, por qué tienen prohibido darse la mano o festejar un gol con un abrazo. Si deben tomar todas esas precauciones será que no hay garantía plena de seguridad, y si no hay garantía plena de seguridad los partidos no se deben jugar. Todas las medidas descritas y otras adicionales entran en el terreno de lo ridículo si, después de tantas normas de prevención, los jugadores saltan al campo a jugar al fútbol, con sus entradas, agarrones y choques, y con 22 deportistas jadeando y salpicando su saliva a diestra y siniestra.
Mucho se ha hablado sobre lo estético de jugar en estadios vacíos o si el fútbol debe practicarse a puerta cerrada, incluso por encima de las cuestiones de salud pública que se deben tener en cuenta, pero prácticamente nadie ha hablado de lo moralmente correcto en esta situación. Karren Brady, vicepresidenta del West Ham United, dijo el pasado 14 de marzo que la Premier League debía darse por concluida y declarada desierta. “La esperanza de comenzar la liga dentro de tres semanas (el plan en ese momento) no es más que un sueño…lo único justo y correcto es declarar la liga nula…por supuesto que hay consideraciones económicas, que hay que pagar los sueldos y que el dinero de las televisiones se perderá, pero todo eso es insignificante ya que la salud y el bienestar de las personas debe primar”. Las críticas hacia Brady por expresar esta opinión fueron tan duras y generalizadas que dos semanas más tarde creyó necesario retractarse.
Gary Neville, exjugador del Manchester United y de la selección inglesa señaló el pasado 29 de abril que tendrá que morir algún jugador para que la Premier League se dé cuenta que no existen las condiciones seguras para la reanudación de la liga. Por su parte, el jugador del Derby County y exRed Devil, Wayne Rooney, indicó, “estoy desesperado por entrenar y jugar de nuevo, pero siento que el fútbol en Inglaterra está siendo empujado a regresar demasiado pronto”. Agregó que, “nuestro gobierno dice que las personas pueden volver al trabajo, pero solo con distanciamiento social, y eso no funciona en el fútbol”.
La Premier League y la La Liga española tienen previsto volver a competir el 12 de junio, aunque en España depende de que todo el país esté en fase 2 de la desescalada. Hasta entonces, todos estarán pendientes de la Bundesliga para comprobar si es factible o no jugar al fútbol en tiempos de coronavirus. Lamentablemente, pocos se plantearán si celebrar partidos en estas condiciones es lo correcto. En estos momentos solo podemos mirar a Francia, Bélgica y Holanda, que dieron por terminadas sus temporadas, y decir, ¡BIEN HECHO!
*Carlos Castellanos es entrenador de Independiente de Vallecas y periodista.
Fotografía: Associated Press