Hay que tener ganas y amor por este deporte para ponerse a jugar bajo el fuego de mediodía que cayó sobre La Unión el pasado domingo. Recibíamos la visita de las mujeres del San Roque, uno de los equipos más resolutivos del grupo 2. Así es el cajón de sastre de la Primera Femenina, donde conviven equipos con realidades y objetivos que poco o nada tienen que ver entre sí más que su amor por el balompie.

Saltaba Independiente muy ordenado, plantado cara a un San Roque que se apoderó del balón desde el pitido inicial encerrando a las locales en su campo. Aguantó bien las tarascadas de las de rojo la burdeos (de blanco) hasta el minuto 25, cuando llegó el primero, de Laura Quintillán, tras varios avisos serios. Fue ‘abrirse la lata’ y empezar a caer los goles; en total cinco por cada período, con sus más que necesarias pausas para la hidratación mediante.
Por mucho marcador que las señale Independiente sigue a lo suyo, conscientes de la diferencia de nivel con el rival y que el resultado no iba a reflejar todas las cosas que se estaban haciendo bien en este partido. Y que fueron muchísimas. La mejora del equipo en cada partido es exponencial, se ven las ganas y el trabajo en los entrenamientos. Señoras, pongan esto en sus currícula, porque esta capacidad de aprender, de hacer equipo y de mejorar a ojos vista se valora en el mercado de trabajo.
Si debemos destacar el desempeño individual de alguna jugadora burdeísta, es inevitable hablar del partido de Belén Martínez. Decía en su presentación que el futbol sala “se le había quedado pequeño”. ¡Y con razón lo decía! A la técnica que se trae de sus años de parqué suma una generosa visión del juego. Cada vez que le llegaba el balón a la larguirucha Belén podía pasar algo y eso se palpaba en el campo y en la grada.
Otras que también estuvieron ‘imperiales’ fueron la pareja de centrales, dos auténticas kaiserinnen. Uxía, rápida y contundente en los cruces y Sara Naila, más habilidosa y con tendencia a sacarla jugada y sumarse con criterio al medio campo. Insisto, no se dejen engañar por el resultado ante un equipo que, realmente, es de otra categoría.
Y si por detrás tuvieron curro a destajo, por arriba Kas, en la primera parte, Noemí, Elena, Lucia y Nayi se hartaron de correr e intentarlo cada vez que el balón les pasaba cerca. No acaban de salir buenas acciones trenzadas en ataque pero se nota el pasito hacia delante. Es, solamente, cuestión de tiempo.
Quien no tuvo un día tranquilo fue la portera burdeísta Ariadna Ramos, y aún así se distinguió en la segunda parte con intervenciones meritorias. La portería es, de largo, la posición más difícil y más ingrata en un equipo en construcción como el nuestro. Ari, de cualquier modo, se puede ir satisfecha con su rendimiento y con la idea clara de que a quien le meten los goles es a la valiente que se pone en la portería. Y hay que tener un par de ovarios para ser, ahora, la portera de Independiente.
El San Roque, por su parte, ni dio tregua ni tuvo piedad, algo que puede considerarse como la máxima muestra de respeto al rival. Encima, metieron auténticos golazos como el segundo, obra de Erica Quílez o el octavo, de chut bombeado por Esmeralda Díaz desde la esquina izquierda del área al palo contrario que merecieron el aplauso de la grada de la Unión. Son un gran equipo al que no se vio ni una acción fea ni una mala palabra en todo el partido. Así da gusto.
Cayó el décimo, pero las nuestras no se rendían. Así, en el postrer minuto 86, la cabezonería de Independiente tuvo premio, al desbordar la omnipresente Belén a la defensa del San Roque, arrancar hasta el área, plantarse delante de la portera y batirla por bajo. Madre mía cómo se celebró ese gol en la cancha y en la grada. Madre mía qué alegría obtener recompensa, por pírrica que sea, al currazo realizado durante toda la semana. Ahora entendemos la euforia de, por ejemplo, la pequeña república de San Marino celebrando cualquiera de sus goles como si fueran un campeonato.
Algo se tiene que estar haciendo bien en Independiente cuando sus jugadoras acaban sonriendo después de caer por 9 goles. Algo se tiene haber hecho bien cuando, al finalizar el partido, el equipo rival y la grada se contestan con aplausos de respeto mutuo. Algo va por el camino correcto cuando protagonistas y espectadores salen del campo pensando en el próximo entrenamiento y en el próximo partido. Algo. No sé el qué, pero se está haciendo muy muy bien.
Estas tías molan mucho.